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jueves, 21 de octubre de 2010

Bernardo de Claraval. Doctrina.


 Bernardo y su doctrina
Sus fuentes fueron fundamentalmente las Sagradas Escrituras y también las fuentes de la tradición cristiana. Ambas fueron siempre sus grandes argumentos.
Bernardo creía en la revelación verbal del texto bíblico. Esta creencia, considerada hoy errónea por la teología católica, la heredó de Orígenes, su maestro en Exégesis. Así, en cada palabra de la Biblia buscaba interpretaciones y sentidos desconocidos y ocultos. Cuando no comprendía unas frases o un sentido del texto, se humillaba y pedía a Dios que le iluminara, pues entendía que si Dios había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo hacía por una razón concreta. Esta fe en la revelación verbal le originó importantes periodos místicos que quedaron recogidos en sus escritos. Su búsqueda de la interpretación del texto sagrado, sin limitarse al sentido pretendido por el escritor sagrado para obtener de él la justificación de sus experiencias personales, profundiza en la reflexión y en la contemplación de la misma forma que la Iglesia primitiva y siguiendo la tradición mística de los padres griegos de la Escuela de Alejandría.

Resulta esclarecedor lo que pensaban de él los dos principales artífices de la Reforma Protestante. Martín Lutero dijo que “Bernardo supera a todos los demás Doctores de la Iglesia”, y Juan Calvino lo alabó: “El abad Bernardo habla el lenguaje de la misma verdad”.

Los libros de la Biblia que más citó y por lo tanto con los que más se identificaba son: el libro de los Salmos: 1519 veces; las Cartas de Pablo: 1388 veces; el Evangelio de Mateo: 614 veces; el Evangelio de Juan: 469 veces; el Evangelio según san Lucas: 465 veces; el Libro de Isaías: 358 veces y el Cantar de los Cantares: 241 veces.

La segunda fuente para él era la Tradición. En su tiempo había dos escuelas teológicas contrarias: la escuela antigua o tradicional, de la que él era el principal exponente, y la escuela moderna, patrocinada por Abelardo y basada en especulaciones y en la crítica filosófica de las ideas. Bernardo consideraba estéril la filosofía, pues argumentaba que en nada sirve al hombre para alcanzar su fin último. Despreciaba a Platón y Aristóteles.

En cierta ocasión dijo: “Mis maestros son los apóstoles; ellos no me han enseñado a leer a Platón ni a ejercitarme en las disquisiciones de Aristóteles”. Sin embargo Bernardo tenía una concepción neoplatónica del alma humana, que consideraba estaba creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una unión perfecta con Él. Los Padres de la Iglesia que más seguía eran los que entonces se consideraban los maestros más autorizados de la Iglesia: se declaró fiel discípulo de San Ambrosio y de San Agustín de Hipona, los llamó las dos columnas de la Iglesia y escribió que difícilmente se apartaría de su parecer (Tratado sobre el bautismo).

Cuatro de sus obras tienen similitudes con otras de la literatura patrística:

·       Los sermones sobre el Cantar de los cantares. En el Concilio de Sens, Berenguer de Escocia le recriminó  haber copiado descaradamente a Orígenes, Ambrosio, Rexio de Autun y Beda el Venerable.
·       Los 17 sermones sobre el salmo 90 están copiados de la doctrina de San Agustín.
·       Las 4 homilías de alabanzas de la Virgen María tienen plagios de Ambrosio y de San Agustín
·       Su escrito Sobre la gracia y el libre albedrío es un resumen de la doctrina de San Agustín.

Misticismo: Bernardo de Claraval fue el primero que formuló los principios básicos de la mística, contribuyendo a configurarla como cuerpo espiritual de la Iglesia católica.
Su devoción a la humanidad de Jesús se trató de una innovación basada en el Cristo de los Padres y de San Pablo. Su forma de relacionarse con Cristo llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la imitación de Cristo.

Su teología mística tuvo como fin principal mostrar el camino de la unión espiritual con Dios. Su doctrina de búsqueda de unión a Dios se inspiró en el estudio de las escrituras y de los Padres de la Iglesia, así como en su propia experiencia religiosa. El esquema de la mística bernardiana propone ascender desde lo más profundo del pecado original hasta lo más elevado del amor, la unión mística con Dios. En este ascenso enumeró cuatro grados de amor, descritos en su tratado Del amor de Dios:
 
En primer lugar, pues, se ama el hombre a sí por sí mismo, pues es carne, y no puede gustar nada fuera de sí. Mas cuando ve que no puede subsistir por sí, comienza a buscar a Dios por la fe y a amarle, como que le es tan necesario. Ama, pues, en el segundo grado a Dios, pero por sí, no por Él mismo. 

Ya después que comenzó, con ocasión de la propia necesidad, a reverenciarle y frecuentarle, meditando, orando, obedeciéndole, poco a poco en virtud de este género de familiaridad, se da a conocer Dios y consiguientemente se hace también más dulce, y así pasa al grado tercero, para amar a Dios no ya por sí, sino por Él mismo En este grado se está mucho tiempo y desde entonces, juntándose a Él, será con Él un espíritu. Cuando se entra en estas grandezas espirituales y divinas habría de ser despejado de todas las enfermedades de la carne.
                                                                                                                              Del amor de Dios.

Devoción mariana: En el occidente cristiano y a partir de finales del siglo XI, se desarrolló masivamente el culto popular a la Virgen María. Bernardo tuvo un papel importante en la propagación de ese culto mariano. Su teología sobre María fue rápidamente aceptada por los fieles y sus sermones se difundieron por toda la cristiandad.

La figura de María no se entendía como hoy. Así el abad mostró sus dudas sobre la Inmaculada Concepción: Con toda certeza, sólo la gracia hizo limpia a María del contagio original. La fiesta de la Inmaculada Concepción es una fiesta que desconocen los ritos de la Iglesia, ni recomienda la tradición antigua.
Inclusivo no se puede afirmar que patrocinara la Asunción de María, lo cual coincidía con la corriente antiasuncionista que por aquel entonces predominaba. La influencia del pensamiento de Bernardo de Claraval sobre misticismo y devoción mariana en las órdenes religiosas europeas fue muy importante.

Los escritos de Bernardo
Sus escritos no son numerosos, ocupan solo los tomos 182 y 183 de la Patrología latina de Migne(compilación de los escritos de los Padres de la Iglesia y de otros escritores eclesiásticos publicados entre 1844 y 1865). Esta cifra es pequeña comparada con otros Padres de la Iglesia. Sus numerosas actividades no le permitieron un trabajo extenso. Por lo general, son obras de ocasión, rápidas, solicitadas por terceros. Muestran al hombre de acción, al renovador del Císter, a un reformador de la sociedad laica y religiosa y defensor del papado. También reflejan la seguridad de la personalidad religiosa más influyente del siglo XII, como San Agustín en el siglo V o Santo Tomás en el siglo XIII. Dejó una producción de unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.

Sus escritos más conocidos son los sermones (el sermón en los monasterios de la Edad Media tenía mucha influencia en la formación religiosa e intelectual del monje). Después los tratados, breves pero de enorme valor espiritual para la Iglesia católica, desarrollando una doctrina precisa y coherente. Empleó un elegante latín y fue de los escritores más notables de su época, junto a Abelardo y Gilberto de la Porée.

Los últimos años del Abad Bernardo de Claraval
Los últimos años de la vida de Bernardo se vieron entristecidos por el fracaso de la Cruzada que había predicado, cuya completa responsabilidad recayó sobre él. Bernardo había acreditado la empresa con milagros, pero según él mismo dijo, la empresa había fracasado debido a la falta de disciplina y presunción de las tropas alemanas, las intrigas del príncipe de Antioquía y de la reina Leonor, la avaricia y evidente traición de los nobles cristianos de Siria al impedir la toma de Damasco y, finalmente, los infortunios y las desgracias ocasionadas por los pecados de los cruzados y de los hebreos (Libro de Meditación, dirigido al Papa Eugenio III).

La muerte de sus contemporáneos sirvió de aviso a Bernardo de su próximo fin. El primero en morir fue Suger en1152, sobre quien el Abad escribió a Eugenio III: Si hay algún vaso precioso adornando el palacio del Rey de Reyes, es el alma del venerable Suger. Thibaud, Conde de Champagne; Conrado, emperador de Alemania, y su hijo Enrique, murieron ese mismo año. Desde el comienzo del año 1153, Bernardo sintió aproximarse su muerte. El fallecimiento del Papa Eugenio le dio el golpe fatal al apartarle del que consideraba su mejor amigo y consolador.

Fruto aún de las severas restricciones monásticas que él mismo se había autoimpuesto al principio de su vida monacal, en 1153 Bernardo sufrió una grave enfermedad estomacal y digestiva y por ello no podía retener la comida y las piernas se le hinchaban. Ello le ocasionó una gran debilidad y, finalmente falleció el 20 de agosto del 1153 a la edad de 63 años, de los cuales 40 habían transcurrido dentro de la vida monacal.

Protocolo secreto de las profecías.


Juan de Jerusalén, cuyo nombre era Jean d’Avallon, nació cerca de Vezelay, Francia, el año 1042 y fue miembro de la Orden de los Caballeros del Temple. Escribió en el año 1118 un libro de profecías que tituló Protocolo secreto de las Profecías y falleció poco después, en 1119, a la edad de 77 años.

En un manuscrito anónimo descubierto en Zagorsk, cerca de Moscú, y que data del siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de prudente entre los prudentes, santo entre los santos y que sabía leer y escuchar el cielo. También señala que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar, y que  estaba en la frontera entre la Tierra y el cielo.


Estas profecías estuvieron ocultas durante muchos años, hasta que en el transcurso de la 2da Guerra Mundial, en 1941, fueron halladas por la S.S. en una sinagoga de Varsovia; luego de la caída de la Alemania nazi, desaparecieron nuevamente, hasta que fueron descubiertas en años recientes en los archivos secretos de la KG B soviética, según afirman algunos investigadores.

Las profecías parecen escritas específicamente para este fin de milenio, como si éste fuera el tiempo en que deben darse a conocer. Todas ellas comienzan con la frase: “Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...”; a pesar de su descarnada crudeza , son de una gran belleza poética, lo cual las hace diferentes a otros textos proféticos.

Juan de Jerusalén escribió hace casi mil años: Veo y conozco. Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis. Veo y conozco lo que será. Soy el escriba.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
El hambre oprime el vientre de tantos hombres y el frío aterirá tantas manos, que estos querrán ver otro mundo. Y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno... Pero este destruirá los cuerpos y pudrirá las almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno con su sangre serán como bestias salvajes caídas en una trampa, y matarán, y violarán, y despojarán, y robarán; y la vida será un Apocalipsis cotidiano.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…..
El padre buscará el placer en su hija; el hombre en el hombre; el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos... Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la tierra , los rostros serán consumidos, los miembros descarnados... el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan solo por la carne.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
Todos sabrán lo que ocurre  en todos los lugares de la tierra. Se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas y al que se da caza como a las ratas. Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo; dará un puñado de granos como limosna, mientras él dormirá sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano lo recogerá con la otra.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
El hombre comerciará con todo; todas las cosas tendrán precio; el árbol, el agua y el animal. Nada más será realmente dado, y todo será vendido.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…..
Los hombres ya no confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura; querrán elegir a los hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen. Pero, ¿qué será de estos hombres que se creen Dios?

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
El hombre habrá cambiado la faz de la tierra; se proclamará el señor y el soberano de los bosques y las manadas. Habrá surcado el sol y el cielo y trazado caminos en los ríos y en los mares. Pero la tierra estará desnuda y será estéril. El aire quemará y el agua será fétida. La vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo. Y el hombre estará solo como un lobo, en el odio a sí mismo. Los poderosos se apropiarán de las mejores tierras y las mujeres más bellas; los pobres y los débiles serán ganado, los poblados se convertirán en plazas fuertes; el miedo invadirá los corazones como un veneno.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…..
Las enfermedades del agua, del cielo y de la tierra atacarán al hombre y le amenazarán; querrá hacer renacer lo que ha destruido y proteger su entorno; tendrá miedo de los días futuros. Pero será demasiado tarde; el desierto devorará la tierra y el agua será cada vez más profunda, y en algunos días se desbordará llevándose todo por delante como en un diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los cuerpos de los más débiles.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
La tierra temblará en muchos lugares y las ciudades se hundirán; todo lo que se haya construido sin escuchar a los sabios será amenazado y destruido; el lodo inundará los pueblos y el suelo se abrirá bajo los palacios. El hombre se obstinará porque el orgullo es su locura; no escuchará las advertencias repetidas de la tierra, pero el incendio destruirá las nuevas Romas y, entre los escombros acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas abandonadas...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil.....
El sol quemará la tierra ; el aire ya no será el velo que protege del fuego, no será más que una cortina agujereada, y la luz ardiente consumirá las pieles y los ojos. El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas y continentes enteros desaparecerán; los hombres se refugiarán en las alturas y, olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.
 
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil…..
El hombre conocerá un segundo nacimiento; el espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en fraternidad; entonces se anunciará el fin de los tiempos bárbaros. Será el triunfo de un nuevo vigor de la fe; después de los días negros del inicio del año mil que viene después del año mil, empezarán los días felices; el hombre reencontrará el camino de los hombres y la Tierra será ordenada..

martes, 19 de octubre de 2010

DESCENDIENTES DE NOÉ.





Descendientes de Noé

DE ADÁN A NOE, según la Biblia.


Descendientes. De Adán a Noé

...y Decidió Dios destruir la tierra, porque había mucha maldad, y los hijos de Dios se casaban con los hijos de los hombres... pero Noé hallo gracia delante de los ojos de Dios...

...Dios le ordenó a Noé construir un arca por causa del Diluvio... y entraron él y su mujer, y sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet, y las mujeres de sus hijos... Luego Dios les ordenó que salieran del Arca.... y de estos tres se llenó la tierra...

sábado, 16 de octubre de 2010

Los Ángeles.


¿Ángeles, que son? Los ángeles integran el llamado Grupo Solar (Ángeles y Arcángeles) y el grupo de los guías (los ángeles de la guarda). Son aquellos que nos observan, que nos aman y nos aportan una información maravillosa.

Los ángeles están llenos de información práctica y amor para nosotros. Por ejemplo Solara y el Arcángel Miguel. Los guías o ángeles de la guarda, como los conocemos, nos fueron asignados a cada uno de nosotros al principio de nuestras vidas. Se encuentran cerca de nosotros y nos aman profundamente. Son aquellos a los que ocasionalmente percibimos, pero que siempre parecen estar fuera de nuestro alcance. (Los sueños constituyen a menudo el vehículo de comunicación con los guías).

Significado.
La palabra "ángel", derivada del griego angelos, significa mensajero, y es el nombre genérico de un grupo colectivo de seres, ciudadanos del espacio interior, cuyas responsabilidades incluyen la organización armoniosa del universo habitado.

Los ángeles son seres inteligentes, capaces de sentir, no tienen sexo. Son una especie diferente a la especie humana. Existen en una frecuencia vibratoria levemente más fina que aquella con la que nuestros sentidos físicos están afinados. Esto significa que no podemos percibirlos comúnmente con nuestros ojos y oídos, pero ellos sí pueden percibirnos a nosotros. Nuestras realidades se interpenetran mutuamente y la de ellos abarca y envuelve la nuestra.

Cómo son.
"Es difícil responder. Los físicos encuentran el mismo problema para determinar cómo es un electrón. ¿Es una partícula o una onda? ¿Está en un solo sitio en un momento dado o en varios?

Lo mismo ocurre con los ángeles. Nuestro cuerpo existe en varios sitios a un mismo tiempo o en todos ellos. ¿Cómo pues, podrían ustedes dibujar el retrato de un ángel o tomarle una foto? No se puede. Podemos retrasarnos lo suficiente para aparecer en un solo sitio y tiempo, pero lo hacemos por vosotros.

Si vuestros sentidos sutiles estuvieran plenamente desarrollados, como lo estarán en vuestra historia futura, podrías comenzar a vernos como seres de radiantes pulsaciones lumínicas. Esta luz no es como la que procede del sol, el fuego o una bombilla eléctrica. Es una luz mucho más sutil que todo lo penetra. Nos verías así, pero también nos verías en muchos sitios diferentes al mismo tiempo.

Sería como sostener muchas diapositivas de la misma persona contra una luz intensa para poderlas ver todas al mismo tiempo. En medio de esta superposición de cuerpos veríais una intrincada trama de fibras, como filigrana, o más correctamente, como los meridianos, esas fibras de energía en flujo por el sistema de acupuntura de vuestro cuerpo. Algunas de esas fibras estarían dentro de nuestro cuerpo, pero muchas se extenderían también hacia afuera, sin tiempo ni espacio, hacia todos los rincones del universo. Son esas fibras lo que algunos han percibido como alas, así como es nuestra luz la que ha inspirado en otros la idea de que tenemos halo.

Hay muchos tipos diferentes de ángeles. Algunos podríamos parecernos a esferas multidimensionales; otros a rayos de luz, espirales de luz, conos de luz, y el tamaño vararía desde una mota hasta una galaxia. Aunque nuestro tamaño es filtrado por vuestaras percepciones, guarda alguna relación con nuestra función y nuestra naturaleza. Cuanto más grandes parecemos, más colectiva es nuestra función. Así, algunos de los que llamáis 'Seres Superiores', se os presentarán como más grandes."

La moda.
Ellos mismos dicen que por reorganizaciones dentro de su propio dominio, están recibiendo instrucciones de establecer con nosotros un contacto más estrecho. Así como nosotros estamos evolucionando, los ángeles también. Así como es arriba, es abajo. El universo funciona sobre la base de la necesidad de saber; cuando preguntamos, se nos responde. Los ángeles están aquí para responder nuestras preguntas y ayudarnos a evolucionar. Al hablar con nuestros ángeles extendemos y expandimos nuestra capacidad de crecimiento y transformación y nos acercamos más a nuestro Creador.

Está en reorganización la relación de ciertos ángeles que trabajan con vuestro mundo. Esto se debe a cambios en vuestra conciencia colectiva que ahora nos permiten acercarnos más que nunca... Estamos viviendo más en armonía con Todo Lo Que Es, aunque superficialmente no lo parezca.

Mientras que en el pasado habrían hecho falta veinte años de práctica par lograr la misma posibilidad de establecer la comunicación, hoy está al alcance de quien se interese en establecerla. Felicitaciones por nuestra evolución como especie sensible, aunque la evidencia aún no esté a la vista."

¿Cuántos tipos de ángeles hay?
Las tres principales religiones del mundo occidental (judaísmo, cristianismo e islamismo), así como prácticamente todos los sistemas de creencias religiosas del mundo entero, incluyen a seres celestiales en sus cosmologías. Los ángeles, como los humanos, pertenecen a familias o grupos que se diferencian por sus niveles vibratorios. En las jerarquías angélicas lo superior se entiende no como "mejor" sino como más sutil.

Los textos de ángeles más conocidos los disponen en tres "esferas" o "coros", ya que sus voces cantan alabanzas a la Creación componiendo la "música de las esferas", explicada en los textos herméticos como la vibración básica del Universo. Comenzando por los más próximos a Dios y terminando con los más próximos al mundo físico, esta es la disposición de los coros angélicos:

Primera esfera:
1. Serafines
2. Querubines
3. Tronos

Segunda esfera:
4. Dominios
5. Virtudes
6. Poderes

Tercera esfera:
7. Principados
8. Arcángeles
9. Ángeles

Los ángeles nos dicen que aunque nos parezca que hay rangos jerárquicos, es más apropiado visualizar todos estos órdenes en un gran círculo, en el que lo más alto y lo más bajo se dan la mano. Si en el centro hay energía pura, ésta va modificando su vibración y desde el estado de luz, pasa a ser calor y finalmente materia.

La Primera Esfera.
Serafines: Estos seres celestiales, de quienes se dice que rodean en trono de Dios y manifiestan su gloria, cantan la música de las esferas y regulan el movimiento de los cielos según emana de Dios.

Querubines: Son los custodios de la luz y de las estrellas. Aunque alejados de nuestro plano material, su luz toca nuestras vidas, la luz divina que ellos filtran desde el Cielo manifestando la sabiduría divina.

Tronos: Son ángeles acompañantes de los planetas y manifiestan la unión con Dios. En este momento de nuestro desarrollo evolutivo es importante que cobremos conciencia de un trono en especial, el ángel de la Tierra que es el guardián de nuestro planeta.

La Segunda Esfera.
Dominios: Son los seres que manifiestan la soberanía de Dios gobernando las actividades de todos los grupos angélicos inferiores e integrando el mundo espiritual con el mundo material. Aunque reciben órdenes de Dios y rara vez se ponen en contacto con los individuos, su trabajo está vinculado con nuestra realidad.

Virtudes: Manifiestan la voluntad de Dios. Ahora son de especial importancia para nosotros porque pueden proyectar grandes niveles de energía divina. A medida que mayor número de humanos aprendamos a trabajar con las virtudes, habrá una mayor infusión de energía espiritual disponible para nuestro planeta.

Poderes: Son los que manifiestan el poder de Dios. Son portadores de la conciencia de toda la humanidad, los que conservan nuestra historia colectiva. A esta categoría pertenecen los ángeles del nacimiento y de la muerte. Ellos pueden atraer y retener la energía del plan divino, tal como los árboles absorben la energía del sol. De este modo los poderes pueden enviarnos a todos la visión de una red espiritual mundial. Todos los centros espirituales del planeta son órganos diferentes del cuerpo espiritual emergente de nuestro planeta.

La Tercera Esfera.
Principados (ángeles integradores): Son los ángeles que manifiestan el dominio de Dios sobre la naturaleza. Son los devas o guardianes de todos los grandes grupos, desde ciudades y naciones hasta creaciones humanas recientes, como las corporaciones multinacionales. Ahora sería más adecuado llamarlos ángeles integradores. Hay muchos de estos seres dedicados a nuestro planeta.

Arcángeles (ángeles superlumínicos): Manifiestan el liderazgo de Dios. Nos sugieren que los llamemos ángeles superlumínicos porque se ocupan de las zonas más amplias de la experiencia humana. Pertenecen a una familia diferente de los ángeles y hay muchos tipos distintos de ángeles superlumínicos en esta familia mayor. Algunos comandan a los espíritus planetarios, otros son responsables del reino animal y otros más cumplen tareas específicas en servicio de la humanidad.

Ángeles (ángeles acompañantes): Son los más próximos a la humanidad, los que más se ocupan de los asuntos humanos manifestando la protección de Dios. Dentro de la categoría de ángeles hay muchos diferentes, los que más conocemos son los ángeles guardianes o ángeles acompañantes quienes se ocupan de nuestra evolución espiritual. Conforme entramos a una época de mayor luz y amor en el planeta, estos ángeles ya no necesitan ser nuestros guardianes, sino nuestros guías y compañeros entrañables hacia una conciencia cada vez mayor.

Los arcángeles en la Tierra.
"Existen cuatro ángeles superlumínicos mayores, que se ocupan de la vida humana sobre la Tierra. Cuando pensabais que la Tierra era el centro del Universo, esos cuatro parecían muy importantes en el Cielo. No lo son. Hay millones de arcángeles. Sin embargo, esos cuatro son muy importantes en la Tierra. Antes eran necesarios en mayor número para haceros llegar información, porque erais menos receptivos, pero como habéis evolucionado se necesitan menos arcángeles. En la actualidad para la Tierra, son importantes los arcángeles Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel." La terminación "EL" los identifica como mensajeros y enviados de Dios.

Arcángel Miguel.
Su nombre es una pregunta, "¿Quién como Dios?" Miguel es el custodio de la paz. Es el guardián de la casa del espíritu y los sueños; trabaja por la cooperación y la reconciliación. Es hora de que aprendamos a vivir en paz y armonía con otros, a derribar las barreras que han separado a naciones, partidos políticos, sectas religiosas, familias e individuos, debido a diferencias de opiniones, miedos y egoísmos. Todos somos ciudadanos de la Tierra, pese a nuestra diversidad. En el avance hacia ese plano de cooperación, Miguel es el ser que hay que invocar.

Arcángel Uriel
Uriel significa "Fuego de Dios". Es el arcángel de la salvación. Uriel brinda energías transformadoras a la mente y es la presencia superlumínica que podemos invocar cuando nos ocupamos de problemas referidos a la ciencia, la economía y la política. Esto incluye tópicos tales como contaminación ambiental, purificación de tóxicos, nuevas tecnologías, alimentación y cultivo, viviendas y construcciones, investigación médica, igualdad social, reformas políticas y todo lo que se relaciona con asuntos referidos a organizaciones de sistemas y trabajo.

Arcángel Rafael.
Su nombre significa "Dios ha curado". Es el arcángel de la curación. Es la superlumínica presencia del reino de la curación. Esto incluye todo lo que va desde la herbolaria hasta la cirugía, desde lo personal hasta lo planetario. Si te dedicas a curar o necesitas tú mismo una curación, puedes invocar a Rafael. Su poder puede actuar sobre las enfermedades físicas, mentales y emocionales.

Arcángel Gabriel
Su nombre significa "Dios es mi fuerza". Gabriel es el custodio de las emociones, las relaciones y la creatividad. Cuando estamos luchando con abusos, disfunciones, adicciones, familias problemáticas, problemas de minorías sexuales, problemas para hallar el amor y ser amados, el ángel superlumínico a invocar es Gabriel. En lo referido a las artes y a cualquier tipo de creatividad, también podemos solicitar la amante ayuda del arcángel Gabriel.

¿Quiénes son los 72 ángeles o genios de los cabalistas?
Un conocimiento que hasta el siglo pasado estaba sólo restringido a los círculos esotéricos secretos, ha revelado que según la cábala hebrea, existen 72 atributos o cualidades que rodean a Dios y que están a disposición de los hombres para atender sus necesidades evolutivas. Son los 72 ángeles o genios, cada uno de los cuales tiene un nombre ritual, y según la cábala se relaciona con una energía zodiacal determinada y debe ser invocado en estrictos horarios planetarios . A cada ángel se le atribuye también una invocación determinada, que es un salmo del Antiguo Testamento, haciéndose presente en forma inmediata ante este llamado.

¿Los devas o espíritus de la naturaleza también son ángeles?
Los espíritus de la naturaleza son en sí un orden angélico, pero están literalmente en una longitud de onda diferente de la de nuestros acompañantes espirituales. Son los patrones imperantes que controlan todo lo viviente: lo que crece, las cocechas y los jardines, selvas y lagos, peces, aves y animales. vemos su sombra en configuraciones tales como las bandadas de pájaros, los cardúmenes de peces, así como en el trazo inigualable y delicado de una simple hoja.

Los devas de la naturaleza co-crean y nutren el ambiente físico, cosa que hacen con independencia de los esfuerzos humanos. Aunque en lugares como Findhorn, Escocia, o Perelanda, Virginia, se puede ver y apreciar el enorme beneficio mutuo de una colaboración conciente entre humanos y espíritus de la naturaleza. De todos los seres angélicos, los espíritus de la naturaleza son los más afines a nuestra realidad humana. Son un reino que merece gran respeto, pues ha sido el más afectado por nuestras locuras ambientales. Sin embargo, continúan sirviendo de buen grado. Abrirnos ahora a ellos es muy importante, pues poseen mucha información vitalmente necesaria en esta época de transformación planetaria.

¿Cómo podemos percibir a los ángeles?
No hay una manera correcta de percibir a los ángeles. Se manifiestan de mil modos diferentes a diferentes personas, con apariencias que son sumamente personales según cada individuo. Normalmente se comunican con nosotros en nuestros sueños, normalmente los vemos como figuras sabias o protectoras que nos prestan consejo o ayuda o simplemente nos hacen felices con su sola presencia; pero a veces los vemos como ángeles en la imagen de seres perfectos, espléndidos y de una belleza absolutamente pura.

Durante las horas de vigilia también podemos percibirlos bajo determinadas circunstancias. Algunas personas sienten su presencia físicamente, como un escalofrío o un cosquilleo en la nuca, como "piel de gallina" en los brazos o como una sensación de calor más o menos intensa; algunos pueden ver fugazmente alguna luz, una figura alada, o simplemente algún desconocido que les resulta extrañamente familiar, otros pueden escuchar sonidos sutiles como campanitas o percibir un perfume o aroma agradable sin ningún motivo aparente. Las apariciones inesperadas de ciertos animales o las sincronicidades que nos llevan a leer mensajes que forman parte de otros contextos como anuncios o titulares de periódicos, son también subterfugios que utilizan nuestros ángeles para entrar en contacto con nosotros.

¿Cómo podemos comunicarnos con los ángeles?
Los ángeles están aquí. Ahora mismo, mientras lees esto, puedes comenzar a hablar con ellos, si lo deseas. Puedes sentarte a meditar en silencio, convocarlos, hablar con ellos, hacerles algunas preguntas y apuntar en un cuaderno las respuestas que te den. Relájate y confía en lo primero que te venga a la mente. Este es un acto de fe y confianza. Si necesitas desarrollar tu fe y tu confianza primero, puedes comenzar a comunicarte con ellos a través de oráculos y juegos de cartas, por ejemplo.

Sólo hay una condición básica: es imprescindible creer en su existencia y en su ayuda, de lo contrario no pueden manifestarse. Los ángeles no pueden penetrar directamente en nuestra voluntad, ni modificar nuestro razonamiento de forma arbitraria ya que tenemos libre albedrío y ellos lo respetan profundamente. ¿Acaso puede venir a nuestra vida el amor, la abundancia o el éxito cuando creemos firmemente que esto no es posible?

Conforme aprendemos a confiar y a creer en ellos y desarrollamos nuestras capacidades perceptivas más sutiles, incluso podemos llegar a verlos y a escucharlos nítidamente. Todo es custión de desearlo, de solicitar el contacto, de estar abiertos a escuchar y seguir nuestra intuición y perseverar en nuestra intención. Ellos desean comunicarse con nosotros, tanto o más que nosotros mismos, así es que nos llevarán de la mano en cuanto manifestemos la más leve intención de entablar contacto.

Existen muchas maneras de hablar con los ángeles; buscar su amistad no es algo que se limite a un solo sistema de creencias, cualquier que éste sea. Vincularse con ellos es el apso siguiente en nuestra evolución como especie de seres concientes. De hecho, también es el paso siguiente de la evolución de los ángeles que trabajan con nosotros. Poe ende, el intercambio va y viene, como en cualquier buena relación.

¿Cómo tratar a nuestros ángeles?
Los ángeles no establecen contacto sólo con personas especiales o de un modo secreto. Lo hacen abierta y gozosamente, trayendo buen humor y buenas nuevas. Estar con tus ángeles no es sentarse en una habitación oscura , con música misteriosa, una bola de cristal y velas parpadeantes. Es conversar, simplemente. Hablar con los ángeles es la cosa más natural del mundo. Cualquier puede hacerlo. Y hace bien. Hace bien al sentido del humor, al alma, al cuerpo. Hace bien a todos aquellos con los que entras en contacto.

Cuando preguntas a tus ángeles puedes estar seguro de que obtendrás respuesta. El verdadero preguntar no proviene del miedo ni de la agresión; surge del profundo deseo de saber, la voluntad de escuchar y recibir. Preguntar no es exigir, ni tomar codiciosamente. es permanecer abierto, sin opinión y sin crítica, mientras los fragmentos de información se van agrupando. Preguntar significa, simplemente, aceptar lo que se presente, y confiar que en el momento debido, el entendimiento correcto y destacado se hará conocer para el bien de todos.

¿Para qué nos sirve entablar contacto con los ángeles?
Además de brindarnos su amor, su inspiración, su apoyo y su agradable compañía, los ángeles nos pueden guiar mediante sincronicidades, o sea, el encadenamiento "casual" de hechos significativos que vienen en nuestra ayuda para que podamos lograr nuestros más elevados propósitos. Los ángeles también nos dan señales, pistas e incluso consejo directo a través de canalizaciones o telepatía para conducirnos hacia lo que es mejor para nosotros en las distintas encrucijadas vitales, allanando así nuestro camino de regreso a la divinidad. Entablar contacto con ellos es un preciado regalo y un potente catalizador en nuestro proceso evolutivo. Son los mejores psicólogos, pues nos ayudan a descubrir nuestras respectivas trabas y bloqueos; los mejores médicos porque nos develan el verdadero origen de nuestras enfermedades y los mejores asesores, pues nos ayudan a modificar nuestro presente para elegir los más luminosos futuros.

SALMO 95 .


 
Invitación a la alabanza
95:1 ¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
 
95:2 ¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!
 
95:3 Porque el Señor es un Dios grande,
el soberano de todos los dioses:
 
95:4 en su mano están los abismos de la tierra,
y son suyas las cumbres de las montañas;
 
95:5 suyo es el mar, porque él lo hizo,
y la tierra firme, que formaron sus manos.
 
95:6 ¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
 
95:7 Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Exhortación a la fidelidad
95:8 "No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
 
95:9 cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras.
 
95:10 Cuarenta años me disgustó esa generación,
hasta que dije:
'Es un pueblo de corazón extraviado,
que no conoce mis caminos'.
 
95:11 Por eso juré en mi indignación:
'Jamás entrarán en mi Reposo'".

martes, 12 de octubre de 2010

ORAR CON EL SALMO 23.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.

Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
El Salmo 23 es uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición judía como por la cristiana. También es uno de los más usados en el arte. Basta recordar las numerosas pinturas de las catacumbas. En ellas se suele representar a Jesús como un joven sin barba, de pie, con vestido corto y zurrón, con una oveja sobre sus hombros y la cabeza suavemente apoyada sobre la oveja. En la Liturgia cristiana se lee como salmo responsorial en distintas fiestas del Señor y se propone para todo tipo de celebraciones (bautizos, matrimonios, funerales, etc). Es un texto hermoso y poético, que nos habla de la ternura de Dios y de los sentimientos que experimenta quien se encuentra con Él: alegría, paz, seguridad, confianza, plenitud de vida.
El Salmo desarrolla dos imágenes distintas: en la primera parte, la del pastor que cuida de sus ovejas (versículos 1-4) y en la segunda, la del señor de la casa que acoge a un huésped (versículos 5-6). Sin embargo, nos solemos fijar principalmente en la primera y, normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor. La primera parte está escrita en tercera persona del singular (el Señor es mi Pastor, me hace reposar, me conduce, repara, me guía, hace honor), mientras que la segunda está escrita en segunda persona del singular (tú me preparas, perfumas, tu amor y tu bondad me acompañan). El último versículo está en primera persona del singular (yo habitaré). El verso central (Tú estás conmigo) es el punto de unión entre las dos partes, ya que pertenece al primer bloque, pero está en segunda persona, como el segundo. Los símbolos que desarrolla son universales: el camino, el agua, la oscuridad de la noche, el banquete, los perfumes... y pueden interpelar por igual a los hombres de antiguas culturas rurales como a los de las modernas civilizaciones urbanas. De todas formas, como mucha gente está poco acostumbrada a la poesía, haremos una traducción del salmo en prosa, antes de continuar.
«En medio del desierto hay un oasis con una gran fuente de agua. Fuera, la arena abrasa, pero a la sombra de las palmeras crece la hierba. Las ovejas comen alimento tierno, beben agua en abundancia y sestean al fresco. Más tarde se ponen en camino por las sendas que el pastor conoce bien, porque las ha recorrido muchas veces. Así, hace honor a su nombre de pastor. Tienen que atravesar un desfiladero entre las montañas y se hace de noche. Las ovejas avanzan seguras, porque pueden escuchar el sonido del bastón del pastor, que golpea rítmicamente el suelo al andar. Si una de ellas se desvía, el pastor acude solícito en su búsqueda, y con unos toques del cayado sobre los lomos, la devuelve al camino justo. Si acuden lobos u otras alimañas para atacar el ganado, el pastor defiende su rebaño a bastonazos.
Por el mismo desierto, una persona intenta huir de sus enemigos, sin ninguna posibilidad de sobrevivir. De repente, divisa a lo lejos el campamento de unos beduinos. Lo alcanza y, poco tiempo después, llegan también sus perseguidores. No pueden hacerle nada, porque la ley de la hospitalidad considera sagradas a las personas acogidas bajo una tienda. El jefe del campamento, no sólo le acoge en la suya, sino que, además, le ofrece agua abundante para calmar su sed, le prepara un banquete para que tome fuerzas y le unge con aceites perfumados para sanar las quemaduras del sol y refrescarle. Estas imágenes sirven para hablar de nuestra relación con Dios: Nos guía, nos protege, nos alimenta... Si ya en esta vida podemos hacer unas experiencias tan fuertes del amor de Dios, el orante confía en que su salvación no tendrá fin, y podrá habitar en la Casa de Dios por toda la eternidad». Analicemos, ahora, cada una de las palabras del salmo.
«El Señor es mi Pastor». El primer verso ya nos dice que hay que leer todo el poema como una imagen para hablar de la relación entre el orante y Dios. El título de «pastor» para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios, tanto en los libros históricos como en los proféticos, en los poéticos y en los sapienciales (Génesis 49, 24; Isaías 40, 11; Salmo 80, 2; Eclesiástico 18, 13; etc.). Dios mismo, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus fieles. Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades: «Vosotros os bebéis su leche, os vestís con su lana, matáis las ovejas gordas, pero no apacentáis el rebaño, ni robustecéis a las flacas, ni vendáis a las heridas, ni buscáis las perdidas... Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré... Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada, vendaré a la herida, robusteceré a la flaca, cuidaré a la gorda. Las apacentaré como se debe». Son imágenes tiernas, que nos hablan de un amor personal de Dios por su rebaño, que no nos trata a todos por igual, sino que sale a nuestro encuentro, respondiendo a las necesidades y esperanzas concretas de cada uno.
En la antigüedad, los israelitas eran pastores seminómadas con un número pequeño de animales: camellos, burros, gallinas y ovejas. No vivían en casas, sino en tiendas realizadas con pieles de animales. Hombres y animales dormían bajo el mismo techo. Hoy los beduinos siguen haciendo lo mismo. No es extraño que conocieran a cada una de sus ovejas, incluso por su nombre. También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor. La parábola que Natán cuenta a David en el segundo libro de Samuel, capítulo 12, nos puede ayudar a comprender lo que estamos diciendo: «Había en una ciudad dos hombres, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. El pobre no tenía más que una corderilla que había comprado. La había criado y había crecido con él y con sus hijos, comía de su bocado, bebía de su vaso, dormía en su regazo...». El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.
«Nada me falta». Tanto en Israel como en todo el Medio Oriente no abundan ni el agua ni los pastos. Pasar hambre y sed es una experiencia ordinaria cuando se atraviesan los amplios espacios desérticos. Quien ve los rebaños de los beduinos se extraña de lo extremadamente flacos que están los animales. En este contexto se comprende lo grande que es poder hablar de abundancia, afirmar que no se carece de nada. Ciertamente, como escribió Santa Teresa de Jesús, «Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta».
«En prados de hierba fresca me hace reposar». Conseguir hierba en el desierto es ya suficiente para sobrevivir, pero si, además, la hierba es fresca, el hallazgo se convierte en una fiesta. Después de un camino árido y polvoriento, la sola vista de un prado invita al descanso. Las ovejas pueden reposar después de haber comido, en las horas en que el excesivo calor no permite desplazarse: «Dime dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas sestear al mediodía» (Cantar de los Cantares 1, 7).
«Me conduce junto a fuentes tranquilas». El agua no sólo quita la sed, también limpia del polvo del camino y refresca. El mismo sonido de la fuente relaja y hace olvidar las fatigas. Pero las fuentes son los lugares más peligrosos para los rebaños. Tanto los lobos como los salteadores saben que allí terminan acudiendo a beber y se esconden esperando a sus presas. El salmo subraya que las fuentes a las que nos conduce nuestro pastor son «tranquilas», seguras. La Sagrada Escritura usa muchas veces el símbolo de la sed para hablar del deseo de Dios y del agua para hablar del don del Espíritu Santo. «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios...» (Salmo 42, 2-3). «Os rociaré con agua pura y os purificaré de todas vuestras impurezas. Os daré un corazón nuevo y os infundiré mi Espíritu...» (Ezequiel 36, 25ss).
«Y repara mis fuerzas». Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: «repara mi aliento», mi alma, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más. Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar? Aunque los malvados se levanten contra mí... Él me recogerá en su tienda... Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá».
«Me guía por el camino justo». La experiencia de caminar acompaña a todo hombre. Nos desplazamos de un sitio a otro y toda nuestra vida es un camino. A veces equivocamos la senda, porque, como nos recuerda Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar». El pastor adapta su paso a la necesidad de las ovejas, va en busca de un lugar bueno para ellas. Para los hombres, decir esto es confesar que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente. Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe: «Te guiaré por el camino de la sabiduría, te conduciré por sendas justas» (Proverbios 4, 11). «Peregrino soy en esta tierra, no me ocultes tus mandatos... Enséñame, Señor, tu camino para que lo siga». (Salmo 119, 19. 33).
«Haciendo honor a su Nombre». El pastor que cumple bien su trabajo, que cuida de su rebaño, lo alimenta, lo proteje y lo guía por los caminos acertados, hace honor a su nombre. «El asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye; y el lobo hace presa de ellas. Se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas y cada una de ellas es importante para mí» (Juan 10, 12ss).
«Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré». El pastor nos da tanta seguridad, que hasta podríamos atravesar con él el valle tenebroso. La oscuridad del valle da miedo por los peligros que puede esconder, porque no se ve el camino, por la semejanza entre las tinieblas y la muerte. Este salmo, para decir «tinieblas», utiliza una palabra rara, que no se usa casi nunca: «salmawet» y que podríamos traducir por «oscuro como la muerte». En hebreo, «mawet» significa «muerte». La muerte es evocada para el lector por la oscuridad del valle y por la palabra con la que se habla de esta oscuridad. De hecho, la Biblia griega traduce «aún si camino por el valle de la muerte, no temo, porque Tú me acompañas». Una imagen de gran fuerza para recordarnos nuestra condición de mortales en un contexto de gran dulzura (grandezas de la poesía).
«Porque Tú estás conmigo». Hemos llegado al centro del salmo y a su momento más intenso. La verdadera razón de que yo me sienta seguro, de que no tenga miedo, de que me atreva a pasar el valle de la oscuridad y de la muerte es que «Tú estás conmigo». Los prados frescos, el agua abundante, la protección frente a los enemigos... todo es bueno, pero saber que Tú caminas a mi lado es lo más importante. «Si te tengo a Ti, ya no necesito nada de la tierra » (Salmo 73, 25). «Si el Señor está conmigo, no tengo miedo. ¿Qué podrá hacerme el hombre?» (Salmo 118, 6).
«Tu vara y tu cayado me dan seguridad». Palestina es una tierra cálida. Los viajes con el ganado se hacen temprano, antes de que caliente el sol, o al atardecer, cuando se oculta. Las ovejas no tienen miedo de extraviarse en la oscuridad, porque se siguen unas a otras y, a lo largo del camino, oyen el sonido de la vara del pastor que camina con ellas. El cayado, arma con la que defender a las ovejas de las alimañas, es al mismo tiempo el signo tierno de la presencia del pastor junto al rebaño, que toca con su punta los lomos de la que se desvía para reconducirla al redil y, con el ruido que hace al apoyarlo en el suelo, guía su caminar. Con el sonido del bastón de Dios en nuestras vidas, no tenemos miedo ni de la muerte. La imagen hace también referencia al bastón de mando, al cetro de Dios, con el que gobierna todas las cosas para el bien de su pueblo. El salmo siguiente, el 24, habla del Señor «Rey de la gloria», y comienza así: «Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes». El mismo David era rey y pastor. La referencia al cayado de pastor y al bastón de mando es riquísima de evocaciones: Dios salvador, liberador, guía del pueblo, en relación con la salida de Egipto y la Monarquía.
La sensación de seguridad y de protección prosigue con la segunda imagen del salmo: la del señor que acoge un huésped en su casa.
«Me preparas un banquete frente a mis enemigos». La palabra usada en hebreo significa «desenrollar», con el sentido de extender unas pieles de cabra a la puerta de la tienda, para colocar sobre ellas la comida. Podemos reconstruir la escena: un hombre huye de sus enemigos por el desierto. Casi imposible salvarse. Improvisadamente, encuentra un beduino que lo acoge en su tienda. La ley de la hospitalidad era sagrada para los semitas. Cuando alguien es acogido, invitado a comer, se convierte en intocable. Los enemigos no se pueden acercar a él. «El Señor hace justicia al huérfano, a la viuda y ama al emigrante suministrándole pan y vestido. Amad vosotros también al emigrante, ya que emigrantes fuisteis...» (Deuteronomio 10, 18-19). Abrahán recibió la promesa definitiva cuando acogió en su casa a unos peregrinos que resultaron ser enviados de Dios (Génesis 18). «No olvidéis la hospitalidad, pues gracias a ella algunos hospedaron, sin saberlo, a ángeles» (Hebreos 13, 2). Lot prefiere entregar a sus dos hijas antes que a unos desconocidos acogidos en su casa (Génesis 19).
«Perfumas con ungüento mi cabeza». El ungir a un huésped era la mayor manifestación de veneración que se podía tener con él. El aceite enriquecido de esencias perfumadas da frescor, suaviza la piel. Es éste un gesto de extremo afecto y consideración para el que llega cansado por el calor del desierto y las penalidades de la huida. «¡Qué hermoso es que los hermanos vivan unidos! Es como ungüento perfumado derramado en la cabeza.» (Salmo 133 1-2). Una mujer de Betania tendrá este gesto con Jesús y él lo agradecerá a pesar de la incomprensión de los discípulos, llegando a afirmar que esa mujer sería recordada en todos los lugares donde se predique el Evangelio (Mateo 26, 6ss).
«Y mi copa rebosa». La copa que rebosa es, igualmente, signo de la generosidad con que el huésped es acogido. No recibe sólo lo necesario. Hay algo de superfluo, de añadido, de generosidad total, en los actos de Dios. Recordemos, por ejemplo, la narración de la creación. Dios no hace sólo lo necesario, sino que, además, entrega al hombre ríos con agua abundante, con oro fino, con piedras preciosas y perfumes (Génesis 2, 10ss). Lo mismo sucede cuando los israelitas salen de Egipto. Dios no sólo les da la libertad. Les enriquece también con los bienes y el oro de los egipcios (Éxodo 12, 36).
«Tu amor y tu bondad me acompañan». Ésta es la imagen más extraña para los occidentales. Es como si el beduino que me ha acogido en su tienda y me ha defendido de mis enemigos, me pusiera ahora dos guardaespaldas que me acompañen de regreso a mi casa. Aquí, los dos acompañantes son una personificación del Amor y la Bondad de Dios, última referencia del salmo. Aunque a nosotros pueda resultarnos rara la personificación de cualidades divinas, en la Biblia es bastante común: «La Salvación está cerca de los que le honran y la Justicia habitará en nuestra tierra. El Amor y la Fidelidad se encuentran, la Justicia y la Paz se besan... La Justicia marchará delante de él y la Rectitud seguirá sus pasos» (Salmo 85, 10ss).
«Todos los días de mi vida». No hablamos de un acompañamiento pasajero, sino de la certeza de una protección continua, como si se respondiera a la petición con que concluye el salmo 28: «Salva a tu pueblo, bendice tu heredad, apaciéntanos y guíanos por siempre».
Las dos partes del salmo (el pastor que cuida de las ovejas y el señor de la casa que acoge un huésped bajo su techo) comienzan con una situación de descanso y terminan con los protagonistas en actitud de caminar. Las ovejas comen, beben y sestean en el oasis. Después emprenden la marcha, guiadas por el pastor. El que huía del desierto encuentra la salvación en la tienda del beduino. Allí sacia su hambre y su sed, se perfuma y, posteriormente, emprende la marcha custodiado por dos escoltas. Las dos partes del salmo parecen insinuar que nuestra vida es un continuo andar de la mano del Señor. Cuando lo necesitamos, él nos ofrece momentos de descanso para restaurar nuestras fuerzas. Cuando nos hemos recuperado, hay que volver a caminar. Como los discípulos que acompañaron a Jesús en el Tabor: Después de la Transfiguración tuvieron que regresar al valle. El Salmo 122, como los otros llamados «salmos de ascensión a Jerusalén», nos recuerda que siempre somos peregrinos: «¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!».
El libro del Éxodo, que nos narra el camino de Israel por el desierto hacia la Tierra Prometida, se convierte en imagen de nuestra vida: El Señor nos guía y nos acompaña, nos instruye y nos corrige todas las jornadas de nuestra existencia, hasta el día en que entremos en el descanso definitivo. El salmo 95 insiste en esta idea, invitándonos a aprender de los errores cometidos por los israelitas en su caminar por el desierto, para no repetirlos: «Ojalá escuchéis hoy su voz. No endurezcáis vuestro corazón... como en el desierto, cuando me tentaron vuestros antepasados... Son un pueblo que no conoce mis caminos, por eso juré airado que no entrarían en mi descanso». El Antiguo y en Nuevo Testamento son un testimonio continuo de las ansias que arden en nuestros corazones de alcanzar la patria verdadera, la definitiva: «Si Josué les hubiera proporcionado un descanso definitivo, David no hablaría de un posterior día de descanso. Hay, pues, un descanso definitivo reservado al pueblo de Dios... Apresurémonos, pues» (Hebreos 4, 8ss).
«Y habitaré en la casa del Señor por años sin término». Después de hablar de descansos pasajeros y de caminos largos, se evoca el reposo definitivo en la casa del Señor, la entrada en el «Sabat» último y eterno, en la Nueva Jerusalén, tal como canta el Apocalipsis: «Ésta es la Morada de Dios con los hombres. Habitará entre ellos... Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» (21, 3ss).
El desierto es el contexto común a las dos imágenes (el pastor y el beduino). El que ora este salmo sabe que nada le falta, aún encontrándose en el desierto. Allí, el creyente redescubre las raíces de toda la historia de Israel: Abrahán y los demás patriarcas fueron pastores trashumantes por el desierto. Moisés se preparó en el desierto para su misión y volvió al desierto para acompañar al pueblo a la libertad. Allí se manifestó el poder de Dios, que «hirió a los primogénitos de Egipto, sacó a su pueblo como a un rebaño y lo condujo por el desierto. Los llevó con seguridad hasta la tierra sagrada» (Salmo 78, 51ss). Por lo tanto, después que el Señor liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, lo guió por el desierto, como un pastor conduce a su rebaño. Les ofreció agua que manaba de la roca y alimento abundante (maná y codornices), los defendió de las serpientes que los mordían y de los enemigos que los atacaban, los introdujo en la Tierra Prometida y los acogió como Señor del territorio, ofreciéndoles descanso en su casa. Esta idea queda recogida en muchos textos de la Escritura: «Saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, los guiaste por el desierto... reanimaste tu heredad extenuada y tu rebaño habitó la tierra que tu bondad les había preparado» (Salmo 68, 8ss). «Te abriste un sendero por el mar... y guiaste a tu pueblo como a un rebaño» (Salmo 77, 20-21).
El desierto significa también, para el pueblo, el lugar de la tentación, la prueba, la murmuración, el pecado, la idolatría y la conversión. El lugar donde se descubre que Dios perdona siempre y continúa a dar vida, alimento, salud, victoria. Que da con generosidad porque perdona con magnanimidad. El lugar donde se puede hacer la verdadera experiencia del encuentro personal con Dios: «La llevaré al desierto y le hablaré al corazón... Ella me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que salió de Egipto... Y te desposaré conmigo en fidelidad» (Oseas 2, 16).
La experiencia del Éxodo es revivida siglos después, al retorno del Exilio. El salmo termina afirmando: «Habitaré en la casa del Señor». Aunque la tradición lee «habitaré», las consonantes hebreas dicen «volveré», el verbo usado para la experiencia que sigue a la deportación: «Los haré volver de las naciones por donde están dispersados» (Zacarías 10, 10. Ver Ezequiel 36, 24ss). La vuelta de la conversión a la comunión. Camino por el desierto, tentación, pecado, perdón, crisis de fe en el Exilio, retorno a la tierra y conversión del corazón. Todo este camino evoca el salmo a quien lo lee con una mentalidad bíblica, a sus destinatarios.
Como hemos visto, las imágenes del salmo hablan de:
* Seguridad ante los enemigos y peligros de todo tipo: oscuridad, hambre y sed, muerte.
* Con una connotación de máxima abundancia. Los dones de Dios son siempre a la medida de Dios.
* Para aquél que ya se sentía dentro de la muerte. Descubrimos la sobreabundancia del don de Dios cuando ya parecía todo perdido.
El significado último del salmo sólo lo podemos entender a la luz del Nuevo Testamento: Jesús es la persona que confía en Dios y camina por sus sendas, aún en medio de las dificultades, hasta entregarse en la cruz. Por eso, el Padre se apiada de Él y le devuelve a la vida, sentándole a su mesa, introduciéndole en su Casa. Al mismo tiempo, Jesús es «el gran Pastor de las ovejas» (Hebreos 13, 20), «el Supremo Pastor» (1 Pedro 5, 4). «Nosotros éramos como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto a nuestro Pastor y Guardián» (1 Pedro 2, 25). Él es el Pontífice de la Nueva Alianza, el Camino que nos lleva al Padre, la Puerta de acceso a la Casa de Dios. Él prepara para nosotros el banquete de su Cuerpo y de su Sangre, verdadero alimento de inmortalidad. Su amor es tan grande, que llega a dar la vida por sus ovejas. Con él podemos atravesar sin miedo el valle de la muerte, porque Él es la Resurrección y la Vida, Luz que brilla en las tinieblas, Roca que se abre en el desierto para calmar la sed, Maná que nos alimenta, verdadero Pastor y Rey, que «nos apacienta y nos conduce a fuentes de aguas vivas» (Apocalipsis 7, 17) y que nos permite habitar en su casa «por años sin término». El cristiano que ora con el Salmo 23, está llamado a hacer este camino espiritual, verdadera síntesis del Antiguo y del Nuevo testamento: dejarse guiar por Dios «en medio de la noche» y vivir en intimidad con Él, hasta participar en su banquete, «la cena que recrea y enamora», en palabras de S. Juan de la Cruz.

«¿Dónde pastoreas, Pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna. "Muéstrame, amor de mi alma, dónde pastoreas". Te nombro de este modo porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia; de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que de tal manera me has amado que has entregado tu vida por mí? No puede imaginarse un amor superior a este: el de dar la vida para mi salvación».
(S. Gregorio de Nisa. Homilía 2 sobre el Cantar de los Cantares)

Salmos. Salmo 91.


1 El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
3 El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
4 Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
5 No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
6 Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
 
7 Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
8 Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
 
9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
10 No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
 
11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
13 Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
15 Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
16 Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación.

domingo, 10 de octubre de 2010

La Iniciación.


¿Qué es la Iniciación?

“¿Qué hora es?”, dijo el Prior.
“La del alba”, contestó El Guardián.
“La hora en que se rasgó el velo del templo y las tinieblas se derramaron por la consternada tierra y se eclipsó la luz y se rompieron los útiles del constructor y se ocultó la flamígera estrella y se hizo pedazos la piedra cúbica y se perdió la Palabra”.

Esa Palabra perdida ha sido desde el remoto origen de los tiempos la ambición de aquellos que querían hollar el secreto de los secretos.

Algunos pensaron encontrarla en el templo de Delfos, donde rezaba ese “Noscete Ipsum”; otros, los hijos espirituales de los Argonautas que conocían la ruta del jardín de las Hespérides, escribían en las piedras sus mensajes herméticos, signos incompresibles para aquellos que no habían sido iniciados en los misterios más profundos y cuyo descubrimiento y sabedora interpretación dotaba de la conciencia suficiente para desvelar las leyes de la energía, de la materia y del espíritu.

Dicen que el origen histórico de todos esos viajes en búsqueda de la Palabra perdida es posible reencontrarlo en la herencia que la tradición ha sabido guardar durante todas las centurias.
La iniciación sería el paso previo a ese descubrimiento y solo el que se haya ante ese único y estrecho portal y posea el valor suficiente para atravesarlo, podrá emprender el camino hacia el encuentro, hacia el despertar, hacia el infinito.

Es difícil tratar del origen histórico según las especulaciones esotéricas que cada escuela tiene sobre la transmisión de las influencias espirituales que toman como soporte los rituales y la sucesión iniciática.

Cada uno deberá construir en sí mismo esa historia.

El eterno retorno hacia el “hombre primordial”, condición que se perdió tras la degradación que se conoce en el lenguaje tradicional como la “caída”, será la búsqueda que el neófito encontrará ante el proceso de la iniciación, largo proceso para acercarnos a ese estado tras sucesivas y distintas etapas.

Existen muchas interpretaciones sobre el significado y empleo de la palabra iniciación. El origen etimológico viene del latín initiare, que tiene la misma procedencia de initium, inicio o comienzo, viniendo las dos de intere, ir dentro o ingresar. En las sociedades tribales, según nos explica la antropología, señala el paso de la infancia a la edad adulta, con lo que el individuo gana la plenitud de sus derechos.

En sociedades más estratificadas, el rito se vuelve complejo y designa nuevos valores, nuevas intenciones, nuevos propósitos que deberá alcanzar mediante ritos de mortificación, pruebas de acreditación, en algunas sociedades practicando la circuncisión, tatuajes, ayunos e instrucciones morales y religiosas que motivarán un cambio radical de su presente situación. Es en las sociedades desarrolladas donde el fundamento iniciático representa un significado más profundo y complejo.

El iniciado ya no es el que pasa de una edad infantil a una vida sexual plena, sino que es instruido en unas ceremonias y en unos misterios herméticos y resguardados que hasta ahora habían resultado inaccesibles. La iniciación toma un sentido esotérico, misterioso que inculca curiosidad en los ávidos de conocimiento.

Un proceso que invita a la reflexión, al análisis y la investigación no solo externa, sino también interna.

Dicen que en el antiguo Egipto, los iniciados en los misterios, los hijos espirituales de Hermes Trismegistus - el tres veces grande, el maestro de maestros-, viajaron por todo el mundo transmitiendo esos conocimientos. Pasaron por la India, por los confines de Asia y Europa hasta llegar a todos los rincones donde el conocimiento pudiera ser resguardado en el secreto.

Es gracias a la influencia greco-oriental que recibieron estos conocimientos, cuando se empieza a hablar de sociedades secretas, de misterios y ritos que durante épocas y con diferente signo y forma han llegado desde diversas fuentes hasta nosotros.

Antes de penetrar en las disciplinas que engloban la iniciación y ser heredero de esos antiguos vigías del conocimiento, el neófito está expuesto a una serie de pruebas o interrogatorios para comprobar con todo tipo de rigor que se halla preparado para ello.

Los esoteristas hablan de aquella persona que tras pasar el sendero de probación, empieza a ser introducida por los Maestros de la Sabiduría en el conocimiento oculto que existe tras el velo de Isis, tras el mundo de las apariencias, como nos indica Platón en su famosa alegoría de la caverna.

Para ello es preparado con sumo rigor, dando las herramientas necesarias para poder interpretar mejor los símbolos. Una vez iniciado, debe entrar poco a poco en el mundo de los significados mediante el estudio y la meditación, y con el tiempo, transformar ese conocimiento y esa sabiduría en servicio a la comunidad en la que se desarrolla como alma iniciada.

Morir para nacer.

A la hora de definir la iniciación, existe una constante que persigue a todas las tradiciones, y ésta es el empleo simbólico de la palabra muerte. Iniciarse es nacer a otra realidad, y para poder hacerlo, primero es requisito indispensable morir en otra.

El aspirante que quiera entrar en los Misterios, debe primero saber y poder morir para así, como un hombre nuevo, nacer a la nueva conciencia; es lo que llaman el Segundo Nacimiento.

El rito de iniciación es un rito de muerte, igual que el que se práctica en algunas tribus para pasar de la vida infantil a la vida adulta: muere el niño, nace el hombre, con sus plenos derechos morales, de familia, de casamiento. A menudo juega un papel importante esta experiencia de la muerte simbólica -algunas organizaciones la representan incluso con tumbas, ataúdes u objetos que nos recuerden a la muerte que se preparan exclusivamente para ello- y la consiguiente resurrección en grados más avanzados.

Alice Bailey habla en sus libros de la resurrección como iniciación propiamente dicha; también las escuelas místicas cristianas, tales como los rosacruces hablan del símbolo de la cruz y la consiguiente resurrección de Cristo como un acto de iniciación superior. Max Heindel hacía hincapié en ese glorioso momento.

Algunas de estas representaciones simbólicas hacían referencia a la vuelta al útero materno y su correspondiente renacimiento.
Muchas pruebas y símbolos tienen que ver con ese nuevo renacer. Recordemos las pruebas del laberinto a las que se hacen referencia.

¿Qué encontramos en el centro del laberinto?

El que ha sido admitido en esta ceremonia de muerte y resurrección, es partícipe de un conocimiento que compartirá con un grupo limitado y para algunos, privilegiado. Será el nacimiento a una nueva fase o periodo vital, un fenómeno de transformación en el cual habrá una destrucción del antiguo rol y un retiro en el que, de forma anónima y voluntaria, se examinarán el sentido de la iniciación y las responsabilidades con ella adquiridas.

El principio de entrar a un nuevo estadio social o de conciencia, a una nueva realidad, es lo que determina la función dentro del contexto, que siempre es precedida por un verdadero deseo de conocimiento, de transformación y evolución interior. Muchas órdenes que practican la iniciación como referente, condición y principio esencial para pertenecer a ella, hablan de iniciación como ceremonia a través de la cual el candidato recibe la Luz y presta juramento de secreto y obediencia a esta institución de forma activa y natural.

Una vez recibida la Luz, el neófito pasa de pleno derecho y para siempre a pertenecer no solo a la Orden que le ha impreso el ritual en sus carnes, sino a esa gran familia de Iniciados extendida por la faz de la Tierra. En ese proceso irrevocable, la condición de iniciado le acompañará hasta el día de su muerte.

Dentro de estos rituales, debemos tener en cuenta la connotación simbólica de todo el proceso. Un nuevo iniciado no recibe toda la luz de una sola vez, como una revelación divina que le llevará a un alto grado de conciencia. El método es mucho más complejo. La iniciación en escuelas de misterios u órdenes iniciáticas supone una aproximación al Misterio que deberá ir revelándose gracias al esfuerzo y el trabajo constante.

La iniciación revela un gran proceso, un gran tránsito y un propósito que deberá seguirse con paciencia y rigor. Los símbolos, las alegorías, los pases, las contraseñas, el contacto con otros iniciados, con otro entender, con otra forma de ver y experimentar la vida, ya es de por sí una revelación consumada. Recibir la iniciación es un proceso que ha servido para perpetuar en el tiempo las grandes verdades ocultas.

Al recibir la iniciación, el neófito, con su esfuerzo y dedicación estará preparado algún día para ser dador e instrumento de esa empresa. La iniciación consigue perpetuar en el espacio y en el tiempo aquello para lo que ha sido formulada. Si un eslabón muere, otros lo sustituirán.

Morirá el instrumento, pero no la tradición. En palabras de Aldo Lavagnini, "podemos considerar estas fraternidades y movimientos como el alma multiforme del Espíritu Uno de la Tradición Universal, que ha venido directamente y sin interrupción hasta nosotros de los antiguos Misterios".

Por lo tanto, un iniciado es el heredero directo de toda la tradición desde los tiempos remotos, desde el origen de toda civilización.

Aún así, muchas escuelas afirman que la iniciación simbólica solo explica un episodio que realmente se realiza en planos más sutiles. Cuando un neófito deja el mundo profano para entrar de lleno a un nuevo estadio o lugar sagrado, sus actos no tienen por qué reflejar su verdadero grado interior.
La iniciación simbólica puede ir acompañada de una verdadera iniciación espiritual, entrando de lleno en lo que algunos llaman el Sendero y la Jerarquía oculta del planeta.

Existen ordenes como la masonería que en según qué ritos llegan a tener una infinitud de grados para designar la perfección o perfectibilidad de un hombre. En la época de la Ilustración, era común racionalizar todos los ámbitos humanos, buscando siempre un orden existente.

La unidad psíquica de la humanidad, el progreso y la perfectibilidad no solo podían explicarse mediante secuencias evolutivas como las de Darwin para la biología, sino también culturales y espirituales. Antropólogos como Morgan o Tylor desarrollaron sus propias teorías evolucionistas, siendo Tylor el padre de las teorías animistas, las cuales desarrollaban el concepto religión desde las fases más primitivas a la más desarrolladas, pasando por el politeísmo, el monoteísmo y acabando en la ciencia como culminación de ese hecho religioso.

Esas secuencias que empezaban desde lo más simple a lo más complejo, vieron su reflejo en las órdenes de índole iniciática. En ritos masónicos como el escocés existen hasta 33 grados, y en algunos egipcios más de 90 grados iniciáticos.

Los Iluminatis solían utilizar una docena de grados y los rosacruces infinitud de ellos., así como los martinistas, los templarios, los teosóficos, etc.

Algunas escuelas añaden la fórmula de auto iniciación, un proceso por el cual el neófito, mediante sus esfuerzos, es capaz de llegar a ciertos grados de aspiración espiritual. Estas doctrinas están en gran medida influenciadas por las enseñanzas de Aleister Crowley, quién nos indicaba que el grado iniciático no podía ser conferido sino que únicamente era adquirido por el trabajo y la disciplina iniciática.

En contra de estas afirmaciones, teníamos los postulados de Réne Guénon, donde en su obra “Apreciaciones sobre la Iniciación” nos habla de la imposibilidad de la auto iniciación o la iniciación por correspondencia, como muchas escuelas practican hoy día. Para entender ambas posturas, deberíamos llenar de significado y añadido todo lo que la palabra iniciación entraña.

Iniciación simbólica e iniciación real.

Se suele hablar de dos tipos de iniciación: la tradicional o simbólica, la cual se consigue en la estructura de una orden iniciática o un grupo que a su vez ha recibido la tradición, es decir, estamos aquí hablando de una iniciación humana y referenciada dentro de un marco reducido, de disciplina y estudio constante que intenta estimular por el rito o el trabajo iniciático continuo la que sería la segunda tipología de iniciación: la iniciación espiritual, mística o solar según quién la nombre, en la cual intervienen las fuerzas y las leyes cósmicas, siendo la estructura desarrollada desde la conciencia subjetiva de cada sujeto en el esfuerzo de su vida diaria.

Existirían pues, muchos iniciados que realizan su trabajo en el silencio de la vida diaria sin ser conscientes de su condición o grado o sin presumir de ella. La primera no es condición de la segunda, pero pueden ir perfectamente a la par.
Dentro de la estructura de la iniciación simbólica, existen, de cara a lo exterior o externo, a lo exotérico, unos preliminares casi indiscutibles.

Para poder ser iniciados necesitamos de una institución o medio que permita esta iniciación, de un maestro o figura que previamente haya sido receptor de esa tradición y así mismo, de un ritual que llene de significado el simbólico momento.

Esta estructura suele estar organizada y pensada para que no muera en el tiempo, sino, para que se perpetúe de forma infinita y pueda ser el principal nexo de transmisión, la forma por la cual se mantenga sin interrupción la continuidad de la llamada “cadena iniciática“.
Sin embargo, la ceremonia en sí,

¿Es un puro trámite, una fórmula arbitraria o existe en ella un significado y una importancia que escapan a la observación superficial

Así lo expresa Aldo Lavagnini y responde diciendo que cada receptor de la iniciación tiene el privilegio de contestar individualmente en proporción a su entendimiento y la iniciación será para él lo que él mismo la reconozca y realice.

Si es cierto lo que nos dicen, tras el velo de la iniciación simbólica, existe una iniciación real, una iniciación espiritual que nos abre la puerta hacia una realidad aún superior a la ya conocida o recibida mediante el rito:

Una Realidad profunda que constantemente se oculta bajo la apariencia exterior de las cosas, un eco de la Palabra Perdida que aún se transmite y perdura.